Mi madre, esquiadora desde los dos años, había tenido siempre una forma física estupenda y de pronto empezó a romperse huesos. Deambulamos ni sé el tiempo de unos médicos a otros, hasta que la doctora Moreno tan solo mirándole a los ojos y alzando uno de sus brazos se dio cuenta de que mi madre estaba falta de hierro como nunca en su vida. ( La muy granuja había dejado los lácteos para ayudar así a una de sus amigas puesto que a ella se los habían prohibido). Fue coser y cantar, en un mes estaba otras vez como el gran roble que siempre ha sido. Y no, ya no esquía, pero nada, pasea, juega al tenis, hace yoga y baila claqué.